sábado, 2 de mayo de 2009

Tuve que irme (casi corriendo) a un lugar lleno de gente,
lleno de ruido de gente
para que el bullicio caótico e intermitente me ayudara a callar.

De nada servía taparme los oidos,
hubiera sido inútil rogar a gritos que me dejara en paz,
imposible pretender no escucharlo,
no escuchar me...

El ruido de la gente platicando,
el choque de los cubiertos con los platos,
eran como medicina,
como escuchar un arroyo a través de un bosque,
como miles de pájaros cantándole al sol cuando se asoma.

Todavía hoy me arrepiento
y sigo cerrando los ojos cada vez que me acuerdo
pues ni siquiera soy digna de pedir perdón

1 comentario:

Milo Simpatica dijo...

Me gusta, me gusta!
Siempre es bien difícil comentar en un blog de literatura (o yo no sé qué se dice) pero se agradece que no sea frívolo, que esté escrito con buena ortografía y que no sea choro... :)